BABOSADAS MIAS Y DEMAS HIERBAS

LA CHACHI, ALOCADA PERIODISTA MUY CHAPINA

25 septiembre 2006

LOS REPASOS Y ESAS ROLAS DE LOS 80´S

Bueno, muchos ya se habrán dado cuenta de que mis años mozos o sea, los quince años y alrededores, lo pasé en los 80´s. Y creo que también la mayoría de ustedes andan por el mismo estilo. A más de algún repaso han de haber ido y bailado de cachetío con aquél o aquélla que les robaba las noches de sueño y que si ahora se encuentran, ni se reconocen.

Yo me pregunto, ¿por qué se llamarían REPASOS? Bueno, creo que lo hacían para diferenciarlos de las otras fiestas donde había música en vivo, como marimba y eso. En cambio los repasos eran con disquitos y en radiola. No me dejarán negar, que nosotros todavía fuimos a fiestas con marimbita, a darnos unas aburridas de la gran puchis. Y a muchas, les pusieron marimba en sus Quince.

Pero sígole, ¿por qué “repaso”, muchá? ¿Sería porque le dábamos y le dábamos al mismo disco? A saber. A lo mejor, porque eran reuniones de confianza, pero no como decían mis primos, que eran tan “de confianza” que se preguntaban si podían llegar en calzoncillo y tirarse pedos.

O tal vez, porque allí nos repasábamos las salas de la casa, especialmente en navidad y hacíamos amontonazones de pino con las patas, entre tanta brincadera con la "My Sharona".

Yo era chiquita cuando estaba de moda “Grease” y los Bee Gees, pero recuerdo que mis carnales querían bailar como John Travolta y la Olivia. Y fíjense que años más tarde se les hizo, porque participaron en el teatro musical, cuando montaron la obra, mi hermano cantando y mi hermana bailando.

Yo soy más de la época de Michael Jackson y me gustaba mucho verlo en aquel video donde bailaba con unas burbujas y todavía tenía cara de gente, no como ahora que más se parece a E.T. Pero mi mero arroz fue “Thriller”. ¡Púchica, qué fiebre!, hasta podíamos bailar como los zombies. Me encantaba también el video de “Beat it”, donde peleaban con cuchillos. De allí digo yo que le dieron más ideas a los de las pandillas.

También soy de la época de los Durán Durán y su “Reflex (¡qué tuanis los peinados!, ¿verdad, muchá?... Jajaja); de “Es difícil decir lo siento”, de Chicago; de la música del Air Supply; de “Do you really want to hurt me”, de Boy George, su maquillaje todo raro, y de un montón más.

Por allí tengo unos mis disquitos de esa música ochentera y me pongo a pensar que nosotros, los de ese tiempo, fuimos afortunados de vivir en unos años bien suaves. Podíamos disfrutar en las radios de música bien chilera, de esa que aún tiene melodía, aunque muchas veces, amanecíamos con marimbita, pero eso era la seña de que había Golpe de Estado.
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En cambio ahora, es puro heavy metal y reguetón. En nuestro tiempo, los más pesados eran los Queen y los Kiss, que hasta decían que eran hijos del diablo, o yo qué sé. A mí me daba miedo aquél que enseñaba la lenguota, porque para el tiempo de “I was made for loving you, baby”, yo era más chiquita. Ahora escucho esa música, y qué bien hecha la encuentro, ustedes.

Pero después salieron unos que se les querían parecer a los Kiss, que se llamaban Twisted Sister y salían en un video donde un patojito decía con voz gruesa “I wanna rock”. Puchis, mi mamá me regañaba y me decía que dejara de estar viendo eso tan feo, que parecía poseído el chavito.

Y la música en español, era chula también. Recuerdo que en nuestros años, no había muchos cantantes juveniles. Bueno, estaban Los Chicos, el Menudo, Pedrito Fernández y por allá se empezaba a escuchar Luis Miguel con su gritillos, pero era música que oíamos más la mujeres. De otra forma, todavía nos tocó también inspirarnos con rolas de José José, Camilo Sesto y la Dulce, que salía cantando en la tele, tirada en el suelo, con una banqueta de maquillaje, el pelo alborotado y la cara toda brillosa.

Me llegaban esas baladitas, pero mi grupo preferido era el Toto y las canciones “Roxanna”, “99” y mi favorita, “Africa”, con la que creo que ya tenía chino al cuate del Musicales del 13, porque lo llamaba todos los días para pedírsela.

También me gustaba el video de “Mr. Roboto” y los de Wham!

Y de radios me acuerdo de la 5.60 en AM, la 108 y la Metroestéro en FM. Creo que por ahí sonaba ya la FM 95.

Ya sea en inglés o en español, yo creo que las canciones de nuestros quinces, eran muy especiales, llenas de romanticismo y de musicalidad.

Yo sé que ustedes podrán ayudarme a refrescar esas rolas de los repasos de cumpleaños, navidad y año nuevo, especialmente los chavos, porque estaban más al pendiente de la música bailable de esos tiempos. ¿Qué tal? Y, de paso, cuéntense cuantas trincadas lograron en el baile de cachetillo.
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12 septiembre 2006

¡QUÉ PACAYA LA DEL PACAYA!

Aún por los lares chapines, el otro día se me ocurrió ir a averiguar qué estaba pasando con toda esa bulla del volcán de Pacaya. Me llamó la atención que vi en la prensa que la mara estaba yéndose a caminar sobre la lava semi-petrificada y que corrían peligro de morir achicharrados, por mulas. Pero no las mulas-mulas los iban a carbonizar, las mulas-mulas sirvieron para otra cosa, que ya les contaré para que no se hagan bolas.

Le llamé al distinguido director del INSIVUMEH, quien me explicó de forma muy profesional, que realmente lo que la gente está tomando como un paseo turístico, representa un grave peligro, debido a que está caminando sobre costras de lava, que en cualquier momento se podrían quebrar y, “¡CHIPLINGÚN!”, para abajo, a caer en la incandescencia que aún está debajo de todo. (Claro, que lo de chiplingún, no me lo dijo don Eddie Sánchez, que tan chulo, hasta nos indicó la ropa y zapatos que debíamos llevar para la expedición). Del clima no le pregunté...jejeje.

Nos hizo un día fabuloso. Llegamos hasta donde empieza la subidita a pie. Un compañero español nos sugirió subir a caballo, por lo que los otros nos matamos de la risa. Aun cuando yo por dentro recordaba otra mi expedición a pie al de Acatenango, a donde iba con la lengua de fuera y con el resuello ahuevado. En esa ocasión, mejor me regresé y se fueron sólamente las cámaras.

Por ello, dentro de mí había una vocecita que me decía “No seas mula, Chachi, subite a la mula”. Pero también recordé la otra vez que un caballo me botó, y del cocotazo que me dí, por poco me quedo mula. Y síguele con las mulas.

Risueña empecé a subir a pata el Pacaya, pero no había escalado ni 10 metros, cuando ya iba seria, y a tres pasos y una sentadita. Y los patojitos atrás con la bestias me decían “Señito, váyase en taxi, aquí está el caballito, mire”. Entonces, recordé el Acatenango, olvidé el ranazo, imaginé la cima del Pacaya, rememoré mis años de jinete y ¡vámonos para el lomo del mismo Satanás!, que así se llamaba el caballito. Sólamente que esta vez, ¡qué tu jockey!: el muchachito me iba jalando.

Ah, puchis, así sí. Que de al pelo iba yo pa´ rriba. Nuestro amigo español era quien luego se moría de la risa. Llegamos, pues, a las faldas del mismo Pacaya y de allí a pie hasta ese colosito que a cada rato nos anda tirando fuego y ceniza; ya debería de dejar el vicio el patojo. Pero dicen que es saludable que hagan erupción los volcancitos.

Ya había estado cerca del cráter hace años, cuando llenó de ceniza la capital. Pero ésa fue una experiencia muy diferente que ya les contaré con pelos y señales, porque los protagonistas fueron 4 niños que habían dejado solitos los papás en una aldea muy cercana al cráter.

Bueno, pero sigo con mi odisea de la lava petrificada. Para no cansarlos, después del caballo, todavía caminamos como 40 minutos hasta llegar donde se ve el cráter cerquita. Efectivamente había aún pedazos donde de repente empezaba a salir fuego del río petrificado. Y de verdad, miré a muchos idiotillas paseándose los babosos por encima, no haciendo caso a las indicaciones de los Guarda Recursos.

Me cayó mal un patojo extranjero, que queriéndose llevar, según él, un souvenir, arrancó un pedazo de piedra incandescente, y del miedo la dejó caer sobre el montecito, que ya se estaba incendiando. Yo me acerqué y sólo le pegué una miradota, de una patada, “¡PUN!”, le tiré su piedra por allá y por poco le quemo las patas. Creo que me vio tan brava, que no dejaba de disculparse. Pero eso no lo van a hacer a sus países, ¿verdad?

Pero también vi que la gente , hasta chuchos llevaban de paseo. Con eso les digo que iban con niños y todo. Un Guarda Recursos nos explicó que en cualquier momento se espera un estallido del cráter y, “¡PENGUÉN!”, se podría pasar llevando a todo el que ande cerca.

Así que, ya te vi, ya me fui. Más corriendo que andando, nos bajamos muy felices de haber visto tan lindos paisajes de allá arriba. Pero antes que disponga el Pacaya echarse una su pacaya, mejor ando yo abajito.


“¡Chiplish!” iba a ser la mara si se caía en esas grietas al rojo vivo. Cómo usamos la onomatopeya los chapines verdad.

Foto: www.viajeros.com


06 septiembre 2006

ADELINA, LA HIJA DEL BOTICARIO Y MAESTRA DE MUSICA.

Mi abuelita Lina era una mujer llena de vida, le encantaban los chistes, la música y las buenas costumbres. Era sumamente decente y educada, de esas damas de antes, de las que sólamente han quedado muy poquitas. Le gustaba escribir y siempre la buscaban para los discursos de las reinas. También, cocinaba exquisito hasta el platillo más sencillo. Las tortas y el dulce de frutas de Semana Santa eran como hechos por ángeles.

Cuando mi abuelita hacía pan, era una tentación difícil de dominar el esperar a que se enfriara. Siempre nos advertía que comer pan caliente hacía daño y daba lo que muchos llaman "empacho". Cosa que a los niños no nos importaba ni en lo más mínimo.

Recuerdo que guardaba el pan en unos cofres entre mantas preciosas, bordadas, enyuquilladas y olorosas a limpio. Mi hermano y yo, que éramos un par de diablos, le jugábamos la vuelta y cuando ella salía por una puerta, nosotros nos las arreglábamos para entrar por otra, para robarnos las rosquitas calientes. ¡Ay, que rico! Se nos deshacían en la boca, así tostaditas, tan perfectamente horneadas.

Al rato estábamos con mucha sed y nunca pudimos ocultar nuestro delito, porque al siguiente día siempre amanecíamos enfermos del estómago. Pero, como mi bisabuelo fue el boticario del pueblo, mi abuelita le aprendió todas las recetas de remedios especiales. Lo peor era cuando nos daba de purgante un gran vaso con una bebida rosada, re
-fea. Pero eso sí, muy eficaz.

Mi abuelita también preparaba pomadas excelentes y tomas para diferentes males. En el pueblo a donde se fue a vivir ya casada, la querían muchísimo, porque a pesar de no ser de allí, se dedicaba a curar a la gente con gran sabiduría y nunca les cobraba.

Curaba los ataques de lombrices, la solitaria, el empacho viejo, la alopecia por inanición, los cólicos, las enfermedades de la piel, males del oído, constipado nasal y muchas más enfermedades y dolencias. Siempre tenía un remedito o una crema hecha por ella misma. Era muy inteligente.

Ah, pero le encantaba también escribir, tocar la guitarra y cantar. La mayoría de mis tíos y mi mami son músicos o les gusta cantar, gracias a las enseñanzas de mi abuelita, que les dio sus primeras clases de música. Era muy exigente porque tenía un oído muy fino y no dejaba pasar ni una sóla desafinada.

Tengo un tío que es un gran guitarrista; y mi tío, el menor, es director de orquesta. Una vez de tantas, que llevó a mi abuelita a un concierto, ella le dijo que todo estaba bien, sólamente que un violín estaba un poco desafinado. Mi tío no se sorprendió porque sabía que así era.

Tenía el oído tan fino, que una vez me dijo que escuchaba por las noches, el tren de la FEGUA (Ferrocarriles de Guatemala) que pasaba a kilómetros de distancia de mi casa. Muerta de risa se lo conté a mi hermano, pensando que eran figuraciones de mi abuelita, pero mi hermano me contestó que sí, que se oía el tren. Pasa que mi querido hermano le heredó el don a mi abue.

Le sirvió de algo, porque ahora es un prodigioso cantante de ópera en California y fue mi abuelita quien le enseñó sus primeras notas, a tocar guitarra y a no desafinar jamás. Mi hermana también le hace a la cantada, pero con su familia canta a nivel religioso. Hasta los bisnietos jalaron algo. Ahora mi sobrina de 9 años canta y toca la guitarra como Malina (así la llamaban mis tíos). Cómo es eso de la herencia, ¿verdad?

Y qué duro es tener oído de músico. A pesar de que nunca presté mucha atención a eso de cantar, ni aprendí a tocar bien un instrumento, algo habré heredado de ese oído delicado, porque es un suplicio para mí, el oír cantar a alguien desentonado. El colmo es cuando uno está en misa y el coro está desafinado o mal acoplado, ya ni las oraciones salen bien. Como que me cortan la inspiración.

Tan bonito que cantaba mi abuelita. Las fiestas con ella eran bien alegres, porque toda la familia hacía algo musical y ella, cantaba acompañada de su guitarra o tocaba la violineta. Su voz era finita y hasta de viejita se le oía bien bonita.

Además disfrutábamos de sus comidas tan exquisitas, entre ellas los tamales, el pepián rojo, el jocón y los dulces y panes... ¡Qué delicia,! Cuando decidimos hacer un recetario de mi abuelita, tanto de comidas, como de remedios y pomadas, ya no pudimos hacer gran cosa. El mal de Alzheimer le ganaba la batalla a su memoria y poco recordó.

Mi abuelita olvidó casi toda su vida de casada, desconocía a sus hijos y a sus nietos. No sé por qué, tal vez porque me amaba tanto, fui la única persona a la que jamás desconoció, ni siquiera por teléfono. ¡Qué honor, abuelita!

Se quedó su memoria en sus años alegres de la niñez y juventud, cuando vivía con su papá, el viejito boticario, y nunca olvidó la música y sobre todo, tocar la violineta. Aún resuenan en mi oídos sus notas y sus piececitas, como "Carmen Carmela", el vals que bailó en su boda.

Nunca he pensado que mi abuelita está muerta, porque siempre me acompaña en cada párrafo que escribo, y a pesar que en lo de la música y en los remedios no le heredé gran cosa, cada vez que voy a cocinar en serio, le pido que me ayude y todo sale casi como si ella lo hubiese hecho. O al menos me hago la ilusión.
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Hay tanto para platicar de mi amada abuelita, que llenaríamos libros enteros.
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Foto de Adelina Natividad, tomada en 1934, por fotógrafo desconocido.
En memoria de mi abuelita, que vive siempre conmigo.

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