Al principio, cuando empezaban las telecomunicaciones en Guatemala, quien tenía teléfono en su casa era pistudo o influyente. Los pobres no teníamos mucha oportunidad, y debíamos alquilar uno o caminar lejos para encontrar un público que por un tiempo fueron unos aparatones negros colgados de una pared.Ya no era tan chiquita, cuando por fin hubo uno en la mía y fue después de muchísimo tiempo de solicitar la línea. Resultó ser una novedad en la cuadra, porque como mi colonia era de clase popular, un teléfono en casa era algo difícil de ver. Y así como les pudo ocurrir a muchos, primero con la tele en blanco y negro y, después, con la de a colores, la noticia de regó por toda la colonia y a mi casa llegaba casi a diario un desfile de vecinos y hasta gente que uno no conocía con el fin de averiguar si allí había teléfono y, desde luego, si lo alquilábamos. Al principio hacíamos el favor, pero luego al ver las cuentas, y que muchos no lo usaban para emergencias reales, mejor nos dedicamos a decir que estaba descompuesto, o que no estaba mi mamá o algo así.
Ya después, algunas otras personas lograron su teléfono también.Bueno, ya que a los vecinos les pasó la fiebre telefónica, mis amigas y yo nos dedicábamos a darle al disquito y, buscando en la guía encontrábamos al azar, gente a quien joder. Algunos incautos caían, otros nos pegaban cada maltratada que mejor les colgábamos; pero éramos tan tremendas que lo volvíamos a llamar y los maltratábamos también. Qué bueno que el teléfono no era tan caro en esos tiempos.
Hacíamos todas la bromas conocidas en ese entonces:
- Disculpe, ¿hablo con el señor Calvo?
- Sí. ¿Quién habla?
- Aquí le hablo de parte de su último pelo.
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- ¿Hablo a la casa de la señora Vacca?
- Sí, ¿qué deseaba?
- !Sólo saber si ya salió la lechita!
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- !Le llamamos de la Cervecería Centromericana para avisarle que se ha hecho acreedor de una caja grande de cervezas. Lo único que tiene que hacer es repetir 15 veces " A mí me gusta tomar cerveza" en 10 segundos. Empiece, yo le cuento!
La gente ingenua, empezaba a repetir la frase, para que al final, con la lengua casi de fuera y con el corazón palpitante de emoción, les rematáramos:
- !Ahora, por bolo no le damos nada!
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- Le llamamos de la Curacao, para preguntar si ya le llegó el aparato.
- No sé, ¿qué aparato?
- ¿Cómo que cual aparato?, !con el que le puyan el fundío al gato!
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O simplemente llamábamos y cantábamos en coro, la canción de la Llorona: "Llegó la hora del aficionado, por su programa Campiña por TV, tengan cuidado con esa llorona, que anda espantando a los que van a concursar...Tantararan tan, tan tan..."
Había algunos que nos decían !Ala qué shumas!, otros se morían de la risa queriendo adivinar quién les llamaba, pero muchos se ponían bravos. Y más era la maltratada, cuando de repente les pegábamos un campanazo bien duro en la oreja....
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- Por allí hubo un señor, que aún con el tímpano chillando, preguntó: ¿Qué me gané usted, qué me gané?
También, le marcábamos al alguien que nos caía mal, sólo para darle una su buena madriada, claro anónima. O por las noches de sábado, ya tarde, nos poníamos a despertar gente a diestra y siniestra. Lo que es no tener que hacer.
Más de alguna vez, nos dijeron nuestro merecido: !Patojas huevonas, busquen oficio y vayan a chingar a su ma...."
Pero, ¿se acuerdan de aquel famoso "Teléfono de la Esperanza"? Sí donde decían que podían llamar todos los que tuvieran problemas, especialmente de drogas o alcohol. Bueno, una medianoche de tantas, unas compañeras de estudios se reunieron en mi casa, para hacer un trabajo y también se quedaron a dormir. Se nos ocurrió entonces, llamar a otra amiga que no puedo llegar y hacerle la broma con el tal servicio social. Pensando que iba a saber que éramos nosotras.
Nos turnábamos para decirle lo siguiente.
Con voz de bola y llorona:
- Disculpe, ¿es el "Teléfono de la Esperanza"?
- Si, ¿quién habla?- nos decía soñolienta. Cosa rara porque ese no era el teléfono para ese servicio.
- Necesito hablar. Es que estoy chupando...
- Ah, pero ahorita no puede, llame mañana - Nos decía un poco aturdida.
Y así pasó unas 5 veces, hasta que nos pegó una maltratadota.
Lo extraño era que no nos dijeran que allí NO era el "Teléfono de la Esperanza".
El lunes siguiente, nuestra compañera nos contó que no había podido dormir el sábado porque habían estado llamando a su casa, unas bolas preguntando por su mamá, que de casualidad se llamaba "Esperanza". Y nosotras no sabíamos ese detallito. Efectivamente, ese sí era el teléfono de la Esperanza.
Así que ella entre sueño y sueño, allá lo lejos oía que le preguntaban por su mamá y pensaba al principio, que se trataba de algún familiar que estaba echándose los traguitos.
Pero como todo se paga en esta vida, una vez ya pasado un tiempo de nuestras andanzas telefónicas, sonó el teléfono en mi casa y una voz muy pronta y amable me dijo:
- Señorita, le hablo de Canella, sólo para corroborar si es allí donde hay que entregar un FAX.
Un poco confundida le respondí.
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- ¿Un Fax? ¿Y quién compró un Fax?
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- Sí, ahora le digo - me dijo con eficiencia- el Fax lo compró el mismo que le lavó el fundío con AJAX.
Yo me tiré una carcajada y la bromista, se empezó a reir un tanto desconcertada, porque si su cometido era enojarme, no lo logró, porque yo estaba atacada de risa.
Ahora el servivio telefónico en Guatemala está muy caro y los patojos ya no se pasan jugando y haciendo perder tiempo a la pobre gente. Pero en su momento, creo que nos divertimos mucho.
Esa es otra cosa, que algunos podemos sumar a los recuerdos de nuestra niñez y adolescencia, porque ahora, hasta los chuchos tienen celular, pero eso sí nadie está para gastar en bromitas telefónicas.
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Pero sé que muchos de ustedes hicieron mejores bromas telefónicas. !Cuenten una pues!
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