BABOSADAS MIAS Y DEMAS HIERBAS

LA CHACHI, ALOCADA PERIODISTA MUY CHAPINA

31 diciembre 2010

FELIZ 2011

No puede negar que el año 2010 ha sido de muchas bendiciones para mí. Debo agradecer a Dios por tener una familia, amigos, trabajo y sobre todo, salud.

Agradecer también que me ha dado hasta para compartir aunque sea un poquito, con los demás.


El 2010 no dejó de ser un tanto difícil, debido a que me enfermé, pero gracias a eso conocí el gran corazón de personas maravillosas que me acompañaron a cada instante, personas de las cuales tal vez nunca pensé estarían allí, dándome su mano.
Gracias a todos mis amigos y amigas que a través del Facebook, me dieron sus palabras de aliento para levantarme y seguir adelante.

En mi vida profesional, Dios me ha puesto pruebas difíciles y hay muchas cosas aún con las cuales no estoy conforme, pero no le hace, hay que seguir adelante sin perder la fe en que todo va a estar mejor, o al menos un poco parecido a cómo lo formé en mi cabecita.

Lo importante es estar vivos, porque así podemos decidir qué vamos a hacer, sólo pidiendo la guía y la bendición de Dios. La lucha por la felicidad vale la pena.

FELIZ 2011 para todos y todas que me hacen favor de leer mis babosadas. ¡¡Muchas bendiciones de nuestro Señor!!


18 diciembre 2010

BETO, LA HISTORIA DE UN ÁRBOL DE NAVIDAD.

Hola, mi nombre es Betito, ahora estoy pequeño, pero cuando crezca ¡voy a ser un árbol de Navidad!

Eso decía hace muchos años, un bello árbol de Abeto que crecía junto a sus hermanos y amigos en un hermoso bosque. Ellos daban salud, aire fresco y alegría a las poblaciones aledañas.


Todo empezó una tarde de primavera, cuando se posó en sus tiernas ramas, una golondrina que en el momento de saludarlo, le exclamó: !eres un arbolito muy bonito, si hasta pareces de Navidad!. Rápidamente Beto, le replicó, - No, yo soy un árbol de Abeto, estoy destinado a dar color, alegría y oxígeno al mundo. ¿Qué es eso de árbol de Navidad?


La golondrina se apresuró a contarle acerca del naciemiento del niño Jesús en Belén y cómo desde los años posteriores, alguien ideó adornar los árboles con luces y colores para recordar la vida que Jesusito vino a traernos. Porque los árboles simbolizan la vida.


- Nosotras las golondrinas viajamos siempre a diferentes lugares y hemos visto muchos árbolitos de Navidad. En las grandes ciudades los hay de muchos tamaños, y la gente baila alrededor de ellos -le contó la golondrina -. Además, le dan regalos que ponen alrededor de su tronco. Creo que ser árbol de Navidad debe ser un gran honor, pues es el centro de la celebración. Para la mayoría de las personas, si no hay arbolito, no hay Navidad.


Eso emocionó grandemente a Betito. No esperaba a crecer y ser adornado por alguien para dar la bienvenida al niño Jesús. Se imaginaba cubierto de flores de pascua, moñitas y luces, tal como las golondrinas cada año le contaban.

Aguantaba las inclemencias del tiempo y cada invierno soñaba en ser el elegido para ser el árbol de Navidad en alguna ciudad hermosa. Ése era su gran anhelo y siempre se lo contaba a la familia de ardillas que vivían en su tronco y al pajarito carpintero que todos los días venía a darle piquetitos. Ah, y a los cenzontles que hacían nido en sus ramas.

Todos los años, las golondrinas se posaban en él y venían contándole tantas cosas de los árboles de navidad que lograban ver en sus viajes. Le platicaban de algunos que llevaban a vivir a las casas y que sólo miraban por las ventanas. De otros que adornaban los boulevares como estrellas y de aquellos otros, los grandes, los bellos que colocaban en las plazas para el deleite de todas las personas.

Le contaban de las luces intermitentes, de los brichos, de los moños rojos, de las esferas de cristal y de los nacimientos que en algunos lugares construían a sus pies. Beto se emocionaba tanto, que no veía la hora de ser algún día un árbol de Navidad.

Una primavera, las golondrinas llegaron con la novedad de que habían volado a una gran ciudad llena de luz, de gente y mucha montañas de concreto, que llamaban rascacielos. Le contaron que en la Navidad pasada, habían visto un árbol enorme que adornaba el centro de esa bella metrópoli. Que la gente lo amaba tanto, que se reunían en multitudes para tomarse fotos y celebrar. Ese árbol era el Rey de Nueva York.

Pero, a pesar de que lo adornaban tanto, el árbol gigantesco tal vez era un presumido, porque nunca respondía cuando ellas le hablaban. A lo mejor por eso, la gente no podía recordar lo que simbolizaba: "La vida", y muchos ya se habían olvidado de que la celebración era para el hijo de Dios. Tanto que parecían venerar a ese árbol, más que al mismo Jesusito.

A Betito, eso lo conmocionó muchísimo y ahora sus sueños se tornaron a convertirse en el árbol más verde y lleno de vida que pudiera existir en la tierra, y así ser un día el Rey de las Navidades de Nueva York.

Desde entonces, todos las primaveras y por largos años, esperaba que sus amigas las golondrinas, le llevara noticias de aquella ciudad. Un día supo que ese enorme árbol del que siempre le hablaban se llamaba El Árbol de Rockefeller Center.

Así fue creciendo con la ilusión de ser aquél que era el centro de toda la admiración en la gran ciudad. Cada año se esforzaba en crecer verde y próspero para poder ser el escogido alguna vez.

Entre sus planes estaba llevar oxígeno, color y vida a esa urbe de concreto. Quería ver las luces y los regalos…y a la gente a su alrededor. Planeaba ser bello y lleno de vida, para que las personas recordaran que el centro de la festividad no era él, sino Dios, quien lo había creado.

Pasaron muchos años y una mañana de otoño, las viejas golondrinas volaron hasta él, casi sin fuerza sólo para llevarle la noticia de que unas personas de Nueva York, iban a llegar al bosque, ¡a su bosque! A escoger un árbol nuevo para llevarlo a vivir a Rockefeller Center. - Creemos que por fin, van a despedir a ese otro abeto presumido - dijeron las golondrinas.

Beto se expandió de alegría y abrió sus ramas más fuertes y más verdes. Estaba seguro de poder ser el escogido. Lo había soñado toda su vida…lo había planificado, tenía que llevar su mensaje de vida y amor de Dios.

Entonces pidió a las golondrinas que le contaran cómo era Rockefeller Center.
Ellas le platicaron de un parque enorme, lleno de árboles y flores, donde había lagunas, cisnes y carruajes con caballos. Le hablaron de los teatros donde la gente se reunía a ver espectáculos maravillosos y que en las calles se escuchaba música por todos lados. Que luces multicolores y gigantescas alumbraban la ciudad. Y le hablaron de una preciosa iglesia, tan bella y espectacular que se levantaba por el centro de la gran ciudad, donde tocaban las campanas que resonaban en aquella urbe, llamada Manhattan.

Mientras las golondrinas le contaban tantas maravillas, Beto se miraba en medio de los rascacielos, siendo el Rey de los árboles de Central Park. También imaginaba a la familia Ardilla y don Pájaro Carpintero, viniendo con él a vivir a la gran ciudad.

Tras un par de semanas, aquél día tan soñado para Beto, se dio. Sintío un escalofrío de emoción, cuando un grupo de personas se pararon a su alrededor y decidieron que ése mismo Abeto frondoso, verde y alto, sería el nuevo árbol de Navidad de Rockefeller Center. ¡No lo podían creer! Iba a cumplir el sueño de toda su vida. Tantos años esperando ese día.

Desde ese momento, sugirió a las ardillas y al carpint
ero, preparar sus maletas, porque se irían con él a vivir a Manhattan, a ver las luces gigantescas, el enorme parque lleno de flores, a escuchar la música y a estar cerca de la Catedral, para oir sus campanadas a la medianoche del 24 de Diciembre.















Dos días después, un grupo más grande de personas llegaron con aparatos y camiones. Beto se preparó para s
er trasladado y sus amigos, tenían listas las maletas.

Cerró los ojos para disfrutar el momento.
Sintió sumergirse en un sueño que abordaba las nubes y volaba hasta el cielo…

Fue trasladado con toda la algarabía y colocado en medio de Rockefeller Center, y las personas organizaron una gran fiesta en su honor.
Lo adornaron con luces multicolores y finos adornos. Realmente se había convertido en el Rey de las Navidades de New York.

Se fueron siguiéndolo las golondrinas, la familia Ardilla y pajarito Carpintero felices de mudarse a la gran ciudad. Se alegraron mucho al ver
lo tan hermosamente adornado. Quisieron acercarse, pero no los dejaron, había demasiada gente. Entonces de lejos le gritaron, pero no los escuchó.

Esperaron la madrugada, cuando no había nadie y silenciosamente se acercaron. Lo felicitaron por haber cumplido sus sueños:

- ¡ Beto, llegaste, te ves espectacular!-.

Pero por más que le hablaron, Beto no les contestó. Sus amigos se fueron de allí decepcionados.

- Beto también se volvió un presu
mido, sólo bastó que lo colocaran en medio de esa gran plaza, para que se olvidara de sus amigos. Vámonos de aquí. - Dijeron los animalitos, mientras regresaban a buscar otro hogar en el bosque.

Solito se quedó Beto, entre las luces, los niños corriendo a su alrededor, los villancicos y los regalos a sus pies. ¡Tan lleno de gente admirándolo! Ni siquiera se dio cuenta que sus amigos llegaron a visitarlo. Tampoco ha recordado a las personas del verdadero sentido de la Navidad: el nacimiento del niño Dios que nos trajo la VIDA.

De hecho Beto ahora está allí, en medio de Rockefeller Center, adornando la ciu
dad de los rascacielos. Las campanas de San Patricio sonarán el 24 de diciembre a la medianoche y aunque es el árbol de Navidad más famoso del mundo, él ya no siente ni sentirá nada… porque Beto está muerto.



Siembra un árbol hoy, pero no lo cortes mañana. Un árbol es vida…pero vivo.







Les invito a leer la continuación y final del cuento en Long Island al día, haciendo click aquí:
El milagro de navidad (Ultima parte del cuento)






Photo: http://gothamist.com/2009/

07 diciembre 2010

EL 7 DE DICIEMBRE

"!Uy mijita, en estos tiempos, el diablo anda suelto!", decía mi abuelita cuando escuchaba tantas malas noticias en la radio y en la televisión. Pero nosotros los chapines, como que nos creemos tan "salsas", como para quemar al cachudín todos los años.

Decían los antiguos que, antes de las fiestas de fines y principios del año, que empiezan el 8 de diciembre, con la celebración del día de la Virgen de Concepción, había que sacar al diablo de la casa y quemarlo en la hoguera, para que no estuviera jodiendo.

Pero creo que antes, tal vez las cosas no eran tan crudas como ahora, o lo más probable que la comunicación no era tan eficaz y eficiente, como en nuestros días y no se enteraban muy rápido de las noticias de otros lugares. Pero yo sigo pensando en que antes, en Guatemala no había mucha violencia. Hasta en mis tiempos, no era una osadía pensar que podíamos deshacernos del cachudo por un buen tiempo, o al menos, hasta el 2 de candelaria.

Yo me acuerdo, de cuando yo era chiquita y de cómo celebraba del Día de los Fogarones (o Fuegarones, de todos modos esas palabras no las reconoce el Diccionario de la Lengua Española).
!Qué alegre muchá! ese día se hacía en mi casa limpieza general (eso no era tan alegre) y toda la basura se sacaba a la calle para su respectiva quemada. Sí, la creencia era que había que sacar todo lo viejo, inservible y podrido para pegarle fuego. De esta forma el diablo se botaba de la casa.

A mí lo que me encantaba era comprar unas mis ametralladoras de cohetes y meterlas en la fogata. Bien alegre me ponía cuando tronaban y echaban chispitas. Recuerdo que toda la calle se llenaba de fogarones, pero ya no tanto de basura casera, sino de chiriviscales y hasta de colchones de paja.

Nos subíamos a los tejados a ver ese espectáculo de fogatas en todas las calles aledañas. Era muy bonito y alegre, porque sabíamos que con eso, empezaba ya la Navidad.

Un año de esos, en que ya me fui quedando solita con mis costumbres de niña, pues mis hermanos crecieron, me pasó algo bien chistoso, con eso de que los viejitos creían que había que sacar todos los desechos de la casa. Estaba yo con mi fogarón bien chulo y que nunca que se apagaba, por lo que me sentía re-contenta ya que había sido el más grande de la cuadra. En eso se apareció don Chente, un viejito evangélico que vivía casi en frente de mi casa y que no celebraba el 7 de diciembre; iba con su gorrito y su suéter, saliendo de su casa, con un bote viejo lleno de papeles.

Se acercó a mi fogarón y sin decirme nada, dejó caer todo el contenido del recipiente. Con mis amigas, no supimos qué era, hasta que empezamos a sentir el olorcito. !Puchis, eran sus papeles del inodoro!

Revirados tuvimos que entrarnos todos los vecinos, porque no se aguantaba en toda la cuadra, el tufo que salía del fuego. Mejor fui a comprar otra ametralladora, según yo, para disimular el mal olor. Pero creo que nomás sirvió para hacerle honor a la pestilencia.

Qué ocurrente el bendito señor. Ya estaba algo malito de su cabecita, pero bien que le dio para saber la forma de deshacerse más rápido de sus demonios.

Bueno, a saber si realmente quemábamos o no al diablo, porque nosotros seguíamos haciendo travesuras a diestra y siniestra. Aunque don Chente nos ganó esa vez con semejante diablura.

Ahora esas costumbres se han ido terminando. Yo pienso que es para bien, desde el punto de vista de que hay mucha gente irresponsable que provoca incendios; y es que nunca es bueno jugar con fuego y especialmente que sean los niños los que estén involucrados.

Y desde hace años, cuando supe que los chiquitines son utilizados como mano de obra para la fabricación de cohetillos y que por ello, muchos han muerto o han sido mutilidos o desfigurados, como que le declaré mi repudio a la pólvora y he denunciado internacionalmente esta injusticia, en repetidas ocasiones.

Entonces, como ya no hay tantos que hacen fogarones como antes, ¿será que ahora, el diablo anda más suelto? Hay que tener cuidado, porque dicen que se disfraza de lo que sea, pues parece que esa es una de sus mejores habilidades para robarnos la tranquilidad. Pero yo creo que a lo que se referían más los antiguos, era a que debíamos prepararnos para la Navidad y llenarnos de ese espíritu de paz, armonía, bondad, tolerancia y solidaridad, que tanto necesitamos. Para que practiquemos un poquito el perdón, al menos una vez al año, aunque nos vengan a quemar los papeles shucos del baño, en frente de nuestra casa.

No creo que la razón de que ande suelto sea que ya no acostumbran tanto, quemarlo el 7 de diciembre. Pero para empezar las fiestas navideñas, sería bueno que recogiéramos al cachudo de Guatemala linda y lo mandáramos al infierno de una vez por todas, para que se acabe la violencia en nuestra Eterna Primavera.

Saludos a los vecinos del Barrio La Concepción en La Antigua, Guatemala, felicitaciones por mantener las tradiciones. Ojalá tanto ellos, como todos los que pudieran se unieran a la lucha en contra de utilizar niños en la industria de la cohetería.
Foto: www.cachondeos.es


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