ANÉCDOTAS DE MIS TIAS RISUEÑAS

Yo creo que lo chabacana, me viene de familia, porque si mis tías tuvieran la oportunidad de escribir un blog, como yo, ya le hubieran dando vueltegato al mío, porque se cuentan cada charada, que lo hacen a uno casi morirse de risa.

Mis tías abuelas maternas, eran de occidente y ya pasaron a mejor vida, pero especialmente una de ellas, era peor que yo, de regalada para reírse, la diferencia de que a ella, le daban serios ataques de risa. Pero era re buena onda, cuentan mi mamá y mis tíos que les enseñaba a bailar y hasta a montar bicicleta.

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Dicen que una vez, un vecino de ellas se puso una gran matraca o sea, una borrachera y se hartó tanto guaro y comida que le agarró la revolución estomacal y decidió ir a echar el buitre al inodoro ciego. Estaba don Florindo, que así se llamaba, echando las tripas, cuando se le deslizaron las placas y se le fueron entre el excusado.

Asustado pidió auxilio y allí como pudieron, con una palo y removiendo el contenido del inodoro, lograron sacar las placas, a las cuales don Flory sólo les pegó una lavadita y se las volvió a colocar el muy desaseado. Dicen que a mi tía abuela, fue tan fuerte el ataque de risa que le dio al saber lo de las placas de su vecino, que le dio un fuerte dolor de estómago y tuvo que ir a parar al hospital.

Cuenta también, que algo parecido le pasó a otro amigo de la familia, que por andar también de bolo, se fue en el hoyo del inodoro y como fue de noche, tuvo que esperar que alguien se levantara a susurrar, para gritarle desde abajo que por favor lo sacara. Ese sí que les vio a todos la cara de culiche.

Esta misma tía contaba un tanto avergonzada, que otra su hermana (de plano, también tía mía), tenía una su hija de crianza a la cual la acostumbró a ser sumisa y obediente, así como era antes. Dicen que la pobre Vita, llegó a vieja y no se casaba, como para que tuviera oportunidad, si mi tía la tenía como en el tiempo de los bisabuelos. En las fiestas no la dejaba bailar con los muchachos y cuando alguno de ellos la invitaba mi tía, rapidito se paraba y les decía “Ella no baila...pero yo sí”. Y se iba la viejita a bailar con los patojos, quienes por educación le daban una su vueltecita y la iban a sentar rapidito.

Desde entonces, entre la familia, cuando ofrecen algo que uno también quiere, acostumbramos a decir la frasecita “ella no baila pero yo sí”, en honor a la tía aprovechada y bailadora. Esta mi tia abuela, no se por qué, pero cómo se parecía al Mortus, de la caricatura del moustro Milton.

Otra tía más cercana y a la cual quiero mucho, por ser igual de despistada que yo, también cuenta y le pasan anécdotas chistosas. Entre tantas que se echa, me gusta una donde dice que una vez que se murió alguien de la colonia. Ella, muy afligida llegó a dar el pésame y acercándose a uno de los deudos lo abrazó y por decirle “Cuánto lo siento”, se confundió y le dijo “Cuánto me alegro”. Parece que el deudo ni se dio por enterado, pero mi tía por dentro, ya no aguantaba la risa.

Ella tenía también otros sus vecinos que para un viernes santo, querían quemar cuetes, cuando la procesión del santo entierro pasara frente a su casa, como que se tratara de algo para celebrar.

Por otro lado, las hermanas de mi papá también son buenas para contar anécdotas y como son orientales, tienen una gracia especial. Una de ellas me cuenta que había un patojo de aldea que era medio tontito, que se fue a trabajar de mil usos, a una casa en Jutiapa. La hija de los patrones era una señorita muy bonita, amable y un tanto bromista. Así en son de bromear y en forma agradable, le decía al Nicho, que era tan bueno, que hasta se atrevía a casarse con él.

Dicen que Nicho llegó a contar a la Aldea, que luego de pensarlo mucho, había llegado a una acertada conclusión acerca de su patrona, según él.

Contaba de la siguiente manera: “Fíjense muchá, que por lo que me dice la señorita donde trabajo, yo me puse a pensar y de tanto darle vuelta, me fui a encojoyar a un palo y ya estando allá arriba, pude pensar mejor que cómo iba a ser eso, que una mujer tan bonita y con pisto, se fijara en mí que soy descalcito, shuquito y ni siquiera se ler. Entonces me dí cuenta, que ¡Puta! Esa puta, no es más que puta, la puta”.

!Vaya gran conclusión! Por eso, dice mi tía, que hay que tener cuidado de con quién se bromea. No vaya a ser que lleguen a ponerle a una, oficio y nombre equivocados de puro grolis.

Lástima que yo no tengo la gracia para narrar por escrito, lo que me contaban y me cuentan mis tías, pero quise compartirles algo de lo mucho que se avientan. Ojalá pudieran estar en alguna reunión para oír tantas anécdotas graciosas que se escuchan de boca de mis queridas tías. De las que contaban las abuelitas, pues ya nos encargaremos los vivos de hacérselas llegar.

Tal vez, luego les cuenta las charadas de mis tíos, que también tienen sus historias.

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Foto: www.dibujosparapintar.com