EL JARDIN EXTRATERRESTE

LA CHACHI, ALOCADA PERIODISTA MUY CHAPINA
Al menos aún tenía 50 quetzales en la bolsa y para nada quería volver a trabajar de muchacha. Averiguó cómo irse a la casa de su tía Güicha, quien la recibió medio braca. - Ya te me buscás un trabajo, inqueseya de puta, oyiste- le dijo al nomás llegar- Ya arregladita, con un poco de rush, no te has de ver tan mal, vos patoja. Le tiró una colchoneta llena de pulgas y rota al piso para que durmiera. "Esta lo más seguro que era la del chucho que se murió", pensó la Tomasa.
Pasados los días, atormentada por no encontrar trabajo se miraba en el espejo poniéndose un poco de polvo de ladrillo en los cachetes, y hasta pensaba hacerle caso a la descabellada idea de su tía y con bello colorete, salir a ver si conseguía algo.
La obervaba el marido de la Güicha, un viejito que componía planchas y hacía otros chapuces. Era medio tímido porque parece que la mujer lo trancaseaba.
-Mire, Tomasita- le dijo- no se aflija, la vida en la capital es dura, pero no imposible. Y para nada vaya a andar pensado en irse de mujer de la vida alegre, esas son babosadas que habla la Güicha. Usté es bien buena para cocinar, debería de hacer comida para vender.
- Si al menos tuviera una mi hornilla, sería bueno, yo me aviento- le contestó la Tomasa muy decidida.
Mire - le replicó el viejito- yo veo que anda de arriba pa'bajo con unos sus ladrillotes, no sé pa'qué le sirven, pero mire, tráigame uno que yo tengo una ideya.
Con gran habilidad el viejito le colocó una resistencia y un cordón de plancha al ladrillo, convirtiéndola en una estufita.
-Le voy a pasar una extensión de la luz de la calle y póngase a hacer algo de comida para vender.
Una docena de exquisitas dobladas fue lo primero que hizo y las vendió rapidito en el mercado con gran éxito día tras día. Los centavitos le abundaron para comprarse una estufita de gas y pagarse un cuartito. Atol, chuchitos, tostadas y por supuesto dobladas, eran el menú que la Tomasa preparaba desde las 3 de la madrugada. A media mañana ya había terminado la venta y aprovechaba para estudiar cocina por las tardes, en la iglesia de la colonia.
Su decencia y ganas de trabajar, le abrió camino por todas partes. Y hasta se convirtió en maestra de platillos típicos allá en la Iglesita donde estudiaba. Allí mismo, tres años después, se casó vestida de blanco, con un muchacho trabajador que venía todas las mañanas a desayunar a su puestecito de atol, antes de irse a trabajar.
No fue fácil, y tardó algunos sus añitos en salir adelante y poder traerse a su abuelitos a la capital. Construyó una casita, cuyo primer ladrillo fue el último que le quedó, después que los otros dos le sirvieron para almohada, defensa personal, silla, colorete y estufa.
Al l llegar a la casa, el abuelito orgulloso le dijo.
-Ya viste Tomasita, yo sabía re-bien que no te ibas a cruzar de brazos, y que aquellos ladrillos que te puse en la caja, seriya lo único que ibas a necesitar para salir adelante.
****************
Un cuento que tiene un final feliz. Lastimosamente en la vida real de Guatemala, la telenovela diaria se torna despiadadamente violenta. Cada año, casi 600 mujeres son desaparecidas y asesinadas brutalmente, jóvenes cuyo futuro se quedará únicamente en un sueño que jamás se alcanzó. Anhelos de mujeres productivas con mucho qué hacer por Guatemala, si las autoridades hicieran cumplir las leyes adecuadamente y se enfocaran en que la seguridad ciudadana, fuera el mejor estandarte.
Foto: La Antigua Guatemala Daily Photo http://antiguadailyphoto.com/category/food-drinks/page/3/