Eran esos días de post-guerra, a mediados de los 90´s, cuando empezaban a emerger tantas de sus víctimas en cientos de cementerios clandestinos, en números tan despiadados como el alma de quienes dejaron sepultados la alegría, los anhelos y el futuro de todos aquellos que sucumbieron entre el cruce de 2 fuegos.
(No me gusta mucho escribir de estos temas, porque son del lado serio de la Chachi, de lo que realmente escribe y de los casos, que a lo largo de 15 años, ha cubierto en su verdadera identidad como CHC. Es ese otro lado de la existencia y del corazón que sufre y se traumatiza al tener que convercerse que la vida no es sólamente risas y babosadas. Que demuestra que no es por entrevistar artistas o hablar de cine, como se ha hecho comunicadora. Que le recuerda que es periodista porque conoce el sentir de su pueblo, no por los resultados de una simple investigación, sino porque siempre ha sido parte de él).
Viajamos al norte de Guatemala, a cubrir la noticia del cementerio clandestino, fruto de la masacre del Parcelamiento o Aldea, "Las Dos Erres", en El Petén (que se remonta al 5 de diciembre de 1982), una de las tantas injusticias que enlutan la historia de Guatemala. Su servidora, a cargo de un equipo internacional: 1 reportera, camarógrfo, sonidista y cargador de equipo. En Santa Elena, nos conseguimos una camioneta de "doble transmisión" y un "guía", para emprender el camino de terracería y no perdernos en la selva, si era necesario entrar a hacer algunas tomas.
Los antropólogos forenses españoles, meses atrás se habían dado a la tarea de hacer desenterrar las osamentas y clasificarlas detalladamente, a manera que pudieran ser reconocidas por familiares y amigos, después de 12 años. Una difícil y dura realidad para todos.
Según nos informaron los forenses, los habitantes del Parcelamiento habían sido enterrados juntos, uno sobre de otro: Primero los niños, después las mujeres -muchas de ellas, niñas y adultas, presentaron señales de violación- encima los hombres y por último los perros y los caballos...
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Los niños estaban en su generalidad, con señales de un golpe en el parietal y la mayoría de las víctimas se presume que fueron sepultadas vivas.
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(¿Sigo? Bueno, ahora ya empecé. Si lo reportamos en su momento a nivel internacional, ¿por qué no hacerlo ahora?, aún cuando al escribirlo no pueda dejar de sentir lo mismo que aquel día: una profunda e indescriptible congoja. No hay duda que hay trabajos que dejan una marca para toda la vida).
Se cree que la razón de haber dejado caer primero a los niños, uno tras uno, era una forma de tortura emocional y psicológica para los padres. Y así, fueron dejando caer a las mujeres, tal vez algunas ellas mismas se lanzaron, detrás de sus hijos.
Los padres, los hermanos, los esposos, los hijos del pueblo, los hombres...quedaron al último. (Aún, después de tantos años, no puedo evitar llorar...)
¿Qué clase de droga o qué tipo de demonio se apoderaría de la voluntad de estos que hicieron tales genocidios? ¿En dónde dejarían enterrado el corazón?
Los asesinos, no se molestaron ni siquiera en abrir el agujero, sino que según contaron los habitantes de los alrededores, un vecino de la aldea lo había abierto días antes en busca de agua. Como no encontró, había dejado el pozo abierto, lo que se convirtió en su propia tumba y el de toda una población. Esta fosa común fue conocido a nivel internacional como "El Pozo de la Vergüenza". Nombre que le pusieron los mismos vecinos de la localidad.
"La Exposición del Horror", se tituló la historia que producimos. Era lo único que inspiraba. En el salón de usos múltiples de la Aldea Las Cruces, se expusieron todas las osamentas. Una tras otra. Habían rescatado alrededor de 90 completas y las demás, estaban en un costal-osario. Al lado de cada esqueleto, tal vez unos zapatos, botas, espuelas, vestidos, pantalones, delantales, pinturitas de uñas, muñequitos, carritos de juguete...(Perdón, otra pausa...)
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Los mismos habitantes de las comunidades aledañas, algunos familiares y otros quienes en un tiempo fueron sus vecinos, se encargaron de reconocer a cuantos pudieron, basándose en vestimentas, dientes o alguna señal que los hiciera recordar. De todos, sólamente fueron completamente reconocidos con nombre y apellido, alrededor de 10. Los demás, quedaron como "No identificados", pero ya nunca más como "olvidados".
Los mismos vecinos construyeron las cajas mortuorias de pino, de todos los tamaños y decidieron darles una cristiana sepultura.
Al próximo día, salió el cortejo fúnebre. (Ha sido el más impresionante de toda mi vida). Avanzaban a lo largo de 4 cuadras, más de 90 humildes ataúdes, algunos cargados en hombros; otros, los más pequeños, llevados por usa sóla persona con dolido corazón y gran respeto. El pueblo entero entonaba un canto al unísono, pidiendo por el eterno descanso de sus almas, seguramente atormentadas por el olvido.
Sus voces hacían estrujar el corazón.
(Juro que ni siquiera sentí los 40 grados de temperatura de la selva petenera, que agotaba el camino hacia el cementerio comunal).
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Les esperaba una fosa común. Allí se quedaron sepultados todos juntos de nuevo. Unidos como muerieron. Pero ahora en sus eternas moradas, con el adiós de sus amigos y vecinos. A lo mejor, aún sin un nombre recordado, pero con la dignidad que merecen.
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Indiscutiblemente hay otras versiones más acertadas que la mía, simplemente porque son de testigos y de recopiladores de la historia, y no de una humilde periodista.
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"Vale la pena recordar, para que no vuelva a pasar".
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La Masacre de las "Dos Erres", fue sólamente una de muchas que tuvieron lugar en los años 80`s, en Guatemala. Podría ser que algunas otras aún no se han reportado. Esta fue la primera vez que se dio a conocer a nivel internacional, el drama de la guerra que se demostraba a través de todo el proceso que conlleva la exhumación en los cementerios clandestinos.
Estuvieron presentes: BBC, CNN, Univisión, Telemundo, NBC, ABC, entre otras y todas las agencias de noticias.