LA TORRE DE MI TERROR

Andábamos mi Negrito y yo (como siempre), abriendo la boca por los Disneys. Nos fuimos al Hollywood Studios y el gran sombrero de Mickey en Fantasía nos dio la bienvenida. Micos andábamos los dos de un lado al otro, especialmente cuando entramos a ver al Indiana Jones que, por si no lo sabían, es mi héroe favorito.
Todo estaba chulo, muchá. Que si el American Idol, las películas viejas, que si el show de los carros, que Narnia y uno de mis preferidos: Star Wars. Puros patojos chiquitos andábamos los dos. Nos compramos camisetas y cuanta charada vimos.
Como les cuento, todo iba bien, todo iba bien...hasta que se me ocurrió la brillante idea de irnos a husmear a una tal Torre del Terror. Dada la variedad de atracciones que consisten en cómo se hacen las licas, les juro muchá que yo creí que esa babosada era algo así como una casa de espantos. Sí pues...
De afuera se oían unos grandes gritos, pero lo raro fue que yo oía los mismos gritos. Entonces le comenté al Negrito que esos como que eran grabados, porque sonaban siempre igual. Al final también él pensó lo mismo. Bueno, antes de entrar le pregunté a una patantaca que estaba en la puerta si acaso esa "rueda" (feria es pues), era fuerte. A lo que me contestó muy tranquila que no, que sólamente era una subidita y una bajadita (Un subidit y un bajadit, ta-chilere dije yo). Es que no soy ni de montañas rusas, ni siquiera de ruedas de Chicago. Me confieso cobarde para esas babosadas.
Llegamos al fin, después como de media hora de cola admirando los sets y la mara vestida como botones del hotel antiguo. Bien chilero todo y yo contenta porque iba a ver fantasmas y calacas...pero dentro de mí presentía algo macabro. Especialmente cuando nos metieron a un ascensor todo oscuro y nos advirtieron que nos amarráramos bien el cinturón. Nos movieron la manita, diciendo adiós, algo al estilo del Coyote del Correcaminos cuando va pa´bajo del precipicio.
Se quedó todo en tinieblas por un ratito muchá y luego salieron unos como fantasmas...cuando de repente da el jalón esa marranada. Yo sentí que el corazón se me salió por la boca y que me partía en dos. Que el pescuezo se me estiraba como el de E.T. y llevaba el fundío de camanance. Tremendo sacudión. Me contó el Negrito que se abrían unas ventanas y se miraba todo para abajo, como si uno fuera a salir volado. Pero nada muchá...yo sólo tenía ganas de matar a la patantaca que me dijo que eso era una bajadita y una subidita. No abrí los ojos para nada, porque yo sentía la muerte quirina. Sólamente me dediqué a pegar de gritos y a decir ¡Ya no, ya no!
Tanto así que el pobre Negrito estaba más asustado de verme a mí en el show del horror, que por los jalones que metía esa cosa. Dice que ya sentía que salía hecha fantasma de allí.
Cuando salimos, estaba yo con todo el pelo parado, con "ojos de cabro carrereado", como dice mi papá y toda atarantada (don´toy, don´toy). Y me convencí que los gritos no eran para nada grabados...pero si a lo mejor algún día quisieran agarrar unos buenos, que dejen en archivo los míos.
Al salir estaba la foto de los que veníamos en ese ascensor, cuando íbamos pa´bajo. Y allí estaba yo con los ojos cerrados y el Negrito viéndome afligido. Fue la última atracción a la que entramos en ese parque y salimos corriendo mejor para Magic Kingdom, donde ya en mis conocidas ruedas de las tacitas, los dumbos y las alfombras mágicas, yo iba muy feliz.
Me he dejado enredar en pitones constrictoras, me he subido en pelo a elefantes que atraviesan el fuego, he estado ante leones feroces y me he enfrentado a verdaderos peligros...pero eso de subirme a ruedas sí que me arrala de verdad. Por mí, los de Disney World se pueden meter su Tower of Terror, por ya saben dónde, pues ni siquiera un aviso tienen que diga no apto pa´miedosos.
Para los que les gustan esas babosadas, debe ser toda una aventura...pero para los que son como yo, ahuevados para eso, mejor ni piensen algún día en meterse porque les va a ir mal.