EL TITANIC, PA' QUE JODIDOS

Por otro lado, las novelas mexicanas, en las que siempre hay una mala, una chismosa, una boba llorona, un idiota que se cree chulo, sin decisión propia. Que si fuera mi marido, ya lo hubiera dejado por mula.
En los canales de películas, solamente había de balazos, de pandillas y de unos que andaban buscando un restaurante White Castle, que me pregunto cuánto pagarían por la publicidad tan larga. Para que al final dieran a entender, que sólo los brutos y los drogadictos comen esas hamburguesitas. De todos modos, ya la había visto.
Entonces me acordé que me prestaron la lica del Titanic, que por azares del destino nunca fui a ver al cine. Me contaron que era buena y me dispuse a verla. Así que me fui a la cocina a traer unos mis tor-trix y un mi fresquito y me instalé a ver el famoso rollo del barcon que se hundió.
La fotografía estaba tuanis, el Leonardo, ni se diga. Aunque siempre me ha parecido un tanto, cara de gringo asorocado. La historia de amor, nada fuera de lo común, poca diferencia de las mexicanadas en lo del rollo medio imposible. Pero lo bueno para mí, no era la paja de los chavos, sino que lo histórico, el vestuario, escenografía y demás hierbas de producción. La escenita del carro empañado, me gustó y qué bueno que no fue en un volswagen, porque en lugar de poner la mano en el vidrio, hubieran tenido que sacarla por la ventana, junto con las patas y hasta la cabeza y sólo dejar lo principal adentro.
Lo del dibujito no me gustó, como siempre explotando a al sexo femenino y para nosotras hubiera sido mejor, que el que saliera en pelota, fuera el Di Caprio. Hasta mas taquilla hubieran hecho, ¿no creen?
Como a media lica, me eché un mi cuaje, porque parece casamiento hindú, de tan larga que es.
Ah, muchá, pero cuando llegaron a toda la tragedia, qué feo. Y, con ese bajón que tenía, pensaba que era yo la que estaba en todo el tormento del naufragio, hasta ahogo sentía, pero para nada le daba al stop. Seguí viendo y lo peor fue cuando empezó a salir todo ese muertal congelado. Puchis, me empezó a dar frío. Y todos los cadáveres blancos allí, me puse a chillar a moco tendido, de pensar que todo eso realmente pasó.
Se acabó la lica y lo único que conseguí fue estar mas hecha huevo, perder 3 horas viendo una tragedia más heavy, que mi vida en ese momento y brava porque no vi en pelota al Leonardo.
Así que mejor me levanté, me bañé y me puse a oir un mi disquito de marimbas. Puse “las chancletas de Nayo Capero” y me alegré un poquito, acordándome de las zarabandas de Guate, donde se paga una choca y pasan a la mara debajo de un lazo, para darle al caitazo.
Moraleja: Cuando estén deprimidos, no miren películas como el Titanic, a menos que sean mazoquistas y les guste hacerle hoyo a la sufridera. Mejor, acuérdense de algo chistoso y ríanse aunque sea solitos. Y eso no quiere decir, que uno ya se chusemeó. Adiós pues.
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