BABOSADAS MIAS Y DEMAS HIERBAS

LA CHACHI, ALOCADA PERIODISTA MUY CHAPINA

19 febrero 2008

EL UNICO BAUTIZO

Les dijeron que probablemente no iba a vivir mucho. Había que bautizarla porque en esos años, todavía la Comisíon Teológica Pontifical no concluía que el famoso "Limbo" simplemente no existía.

Era urgente bautizarla, tenía que ser de un día para otro. Algo tan sencillo y común se convirtió casi en una misión imposible. Por aquél dichoso año y durante ese mes, se celebró una especie de retiro general de sacerdotes y todas las iglesias estaban cerradas. Ningún cura estaba en su parroquia. No había quien pudiera bautizar.

Una excepcional mujer acompañaba a la madre, había sido elegida la madrina de aquella niña de ojos grandes. Se dieron a la tarea de encontrar el lugar donde los sacerdotes estaban reunidos. Luego de dar muchas "vueltas" y preguntar dieron con el refugio de los padrecitos. Estaban todos retirados en la Ermita del Cerrito del Carmen, la cual no era reconocida oficialmente como parroquia.

Llamaron a la puerta con la nena en brazos. "Está muy enfermita, por favor necesitamos bautizarla", fueron las palabras de la Madrina. Al saber la emergencia las pasaron adelante, hicieron unos cuantos arreglos y sin más preguntas procedieron a llevar a cabo el Divino Sacramento.

Cuentan que fue algo sin igual: Todos los sacerdotes allí reunidos, formaron una valla hacia el altar y comenzaron a cantar de una forma maravillosa. Sus voces masculinas resonaban en la antigua ermita y así, entre cantos iban pasando a la nena abrazadita uno por uno, hasta llevarla a los pies de la imagen de la Virgen del Cerrito. Dicen quen fue un acontecimiento simplemente sublime y que se sentía algo hermoso que aún no pueden explicar.

Al final, ante el altar estaba el sacerdote oficiante esperando. Junto a la madre y la madrina, y entre cantos de todos los religiosos presentes, recibió el agua bendita en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Aseguran que ha sido el único bautizo realizado en la Ermita de la Virgen del Carmen, en el cerrito del mismo nombre.

Al año siguiente, la abuelita le puso un vestido azul de vuelitos, la llevó a un estudio fotográfico y dejó plasmanda la imagen que encabeza este post. Si se hiciera un acercamiento macroscópico a sus pupilas, seguramente reflejara la sonrisa de su abuelita, quien desde siempre aseguró que la nena cumpliría un año y muchos más.

.Ellas me contaban siempre muy emocionadas esta historia hermosa en el Cerrito del Carmen y yo las escuchaba queriendo revivir cada detalle. Sin duda alguna ese bautismo fue motivo de sanación. La bebé ochomesina y enferma a la que no le daban mucho tiempo, hoy sigue acá y está de Cumpleaños.


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Donde nació mi ciudad, Guatemala, nació también el milagro de mi salud y de mi vida. Para Dios no hay nada imposible.



Dedicado a mi madre, a mi abuelita y muy especialmente a mi Madrina Rube.


Foto de Chachi tomada en la Foto Marin.
Foto del Cerrito del Carmen: Guate360.

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12 febrero 2008

¿CUIDADOS EXTREMOS O SABIOS CONSEJOS?

MAS VALE OLER A UNTO Y NO A DIFUNTO, PARTE II

A muchos nos resulta cómico recordar los cuidados que los antiguos tenían para los resfriados, y también las forma de evitarlos, debido al pavor que le tenían a las enfermedades respiratorias. Parece que antes y, especialmente en tierra fría, el baño era todo un ritual. Me contaba mi abuelita (quien era tan regalada para reírse como yo), que había gente que se pasaba de desaseada, como ella misma llamaba a aquellos que se bañaban cada 8 ó 15 días. Y precisamente ese dichoso día, se preparaban para ya no salir de casa después de echarse el sagrado baño, el cual debía ser en cuarto cerrado, con agua caliente y luego del mismo, se cubrían de pies a cabeza no vaya a ser que les pegara un aire, y les hicera mal haberse bañado. Como decía mi abuelita, más daño les hacía no bañarse seguido.

Y no sé si se acuerdan de la moda del dolor de muela, o de la amigdalitis que era la misma de las paperas (parotiditis infecciosa), cuyo atavío principal consistía detener unas rodajas de tomate fresco a la altura de las quijadas con un pañuelo, amarrando las puntas en la cabeza, en forma de orejas de conejo. Se creía y aún se cree que el niño al que no se le cuidan las paperas, la infección se le baja a los testículos y se queda estéril. (Entonces habría que ponerle el pañuelo en otro lado).

Pero si estos cuidados extremos ahora (como antes a mi abuelita) nos parecen risibles, espérense a que les cuenta sobre la famosa cuarentena de las señoras que daban a luz.

Con todo respeto y cariño para las valiosas comadronas, cuyo oficio es tan tan antiguo como la misma humanidad, dicen que muchas de ellas extremaban en recomendaciones para la recién parida, la cual no tenía que salir de casa, ni bañarse, ni comer cualquier cosa durante 40 días.

Lo primero luego de dar a luz, era fajar como momia a la nueva mamá, con unos trapos largos que tenían cintas enormes que envolvian apretadamente a la pobre mujer. Esto, según las creencias eran para ayudarles a que los órganos internos regresaran a su lugar y que no se le descolgara nada a la señora…Además para que no quedara panzona, asunto que también ayudaban a evitar dándole de beber una infusión de semillas de culantro, para ayudarle a que le saliera el aire reprimido...

Es oportuno mencionar que el machismo era tal, que sólamente las mujeres que daban a luz varones se “ganaban” el privilegio de tomar caldo de gallina. Costumbree absurda que las mismas mujeres se empeñaban en apoyar (y creo que en muchos pueblos se hace todavía). En algunos países de Latinoamérica se acostumbraba que durante los 40 días, la recién parida tomara caldo de gallina todos los días, para que recuperara las fuerzas perdidas.

Si les parecen extremos estos cuidados, todavía no he llegado al más exagerado de todos.

Cuentan que la que acababa de dar a luz, no tenía permitido hacer esfuerzos de ningún tipo (como tender camas, por ejemplo). Era considerado muy peligroso que colgara los pies de la cama y mucho menos hacer la fuerza y levantarse de ella. Como antes las camas eran muy altas, les ponían un especie de rampa hacia el suelo. Esto era para que la señora no tuviera que sentarse para luego hacer el movimiento de levantarse de la cama. El cometido de la rampa era para que ella así toda fajada como estaba, literalmente rodara devanada, hacia un nivel más bajo y así poderse levantar con el menor esfuerzo posible, claro ayudada siempre por alguien más.

El baño era con toallas húmedas y tenía que pasar los 40 días envuelta como momia y la cabeza amarrada con un pañuelo (tal vez de alli venga que en muchos países el símbolo de madre sea el pañuelo en la cabeza). Al pobre bebé también lo envolvían como taco, con pañales a manera que no tuviera movimiento alguno. A eso le llamo yo, represión infantil.

Como decía mi abuelita, estos cuidados extremos eran para aquellas que podían hacerlo y especialmente daba resultado para las primerizas, quienes al no tener más hijos, tenían tiempo para dedicarle a estos extraños rituales, porque no todas aguantaban la falta del baño y tenían más ocupaciones.
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Para algunas, esto les ayudaba a estar lejos del marido durante la cuarentena y no quedar embarazadas inmediatamente. Muchos hombres durante ese tiempo, resolvían sus dizque necesidades, buscándose otra. (Tan lindos ellos, pues).

Lo curioso es que aún con esta "dieta", muchas mujeres quedaban embarazadas antes de los 40 días, dando lugar a la marimba de muchachitos, tan común en las familias de antes.
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Puede que nos den risa todos estos cuidados post parto, pero la verdad es que actualmente muchos científicos están retomando las costumbres antiguas para preservar la salud de la nueva madre. Especialmente se han enfocado en los cuidados de las indígenas de Centro y Sur América, debido a que han llegado a establecer (ahora los científicos, los antiguos ya lo sabían), que la mujer necesita que su cuerpo regrese a la normalidad internamente y, en forma muy especial, esperar que se re-adecúe la temperatura de su cuerpo, la cual cambia durante el embarazo. De allí que han reconocido la necesidad de regresar a considerar ciertas medias antiguas para después del parto .

Ojalá todas las mujeres tomáramos en cuenta, al menos algunos de los cuidados de las bisabuelitas y abuelitas, para preservar la salud y no padecer de enfermedades femeninas prematuras, que luego se achacan a otras causas.

Estoy segura que muchos y muchas de ustedes, tendrán anécdotas que escucharon de sus abuelos y bisabuelos alrededor de estas costumbres de cuidados que tenía la gente de antes. Por favor, enriquezcan mis conocimientos sobre la cultura popular y cuéntenme algo.
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Foto 1 por Roberto Koltun: http://www.robertokoltun.com/
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Foto 2: http://www.mascoalba.com/public/fotocast015.htm
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Foto 3: http://flickr.com/photos/dispatch3/71523580/
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Cuidados Indígenas para después del parto: http://www.abcdelbebe.com/?q=node/31590

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06 febrero 2008

MAS VALE OLER A UNTO Y NO A DIFUNTO

La primera vez que escuché este dicho antiguo y sabio que aprendí de un amigo mexicano, como siempre me moría de la risa. Claro que para los chapines es más fácil usar "la cáscara guarda el palo", para decir que no importa que uno no se bañe cuando se está enfermo, si eso significa cuidarse para no ponerse peor.

Estoy apenas saliendo, gracias a Dios, de una terrible bronquitis cuyo regalo principal fue una fiebre de más de 40 grados. De esos males con nombres de animales domésticos: tos de chucho, chillido de gatos en el pecho, para terminar como pollo con acidente, de tan delicado. Sentía que me iba a morir, muchá, !qué barbaridad! hace años que no me daba una fiebre así. Pero, mientras me recuperaba de semejante calenturón, me acordaba del dicho del "unto" y de todas aquellas recomendaciones que daban los antiguos, para cuidarse la gripe, catarro y demás enfermedades.

Según me contaba mi abuelita, antes las dolencias respiratorias se tomaban muy en serio, porque la gente se moría de la famosa Influenza y decía que en 1918, murieron en el mundo entre 20 y 100 millones de personas a causa de este virus; también de otras pandemias de influenza que contaban los bisabuelos que habían matado mucha gente en el siglo antepasado. Pero, sin ir muy lejos, supe que en los años 50´s hubo una epidemia severa que acabó con muchas vidas en el mundo.

De allí que cuando alguien estornudaba, los viejitos le decían a uno Jesús te ampare, porque ya sentían que iba camino a la "20 calle" o sea al cementerio general. Aquí en Estados Unidos, la gente dice Bless You, como quien dice "Que Dios te bendiga y no te vaya a dar el catarro, porque te podés morir".

Parece increíble que ahora el catarro y la gripe se pasen tan a la ligera y no se tomen todos esos cuidados, porque hay muchos antigripales que ayudan a ir superando el día, especialmente para trabajar y no perder pisto por quedarse "acuchuchando" la gripe en la casa. Para mí que no hay nada más contradictorio que sacrificar la salud por el trabajo.

Bueno, gracias a Dios ahora con los adelentos de la ciencia, ya es menos común que la gente muera de influenza, aunque hay que cuidar mucho a los niños y especialmente a los viejitos.

Pero volviendo a los cuidados de los antiguos, estos eran incluso extremos, como no bañarse durante muchos días porque entraba agua a los pulmones; al contrario mejor embadurnarse con ungüentos extraños y de fuertes olores. Decían que cuando uno estaba con fiebre, no había que verse en el espejo porque se le iba la calentura para adentro. Bueno, yo ahora que estuve enferma comprendí eso, porque al verse al espejo con tremenda cara y ojeras, se pega uno gran susto que es probable es que se enferme más. Y peor si no se puede lavar la cabeza, se anda que ni Masámbula.

Hablaban de "alzar el resfrío", que no es otra cosa que calentar paños con la plancha y frotarlos por la espalda y el pecho, con el cometido de sacar todo ese frío que se deposita en esos lugares, que según dicen no es más que agua. Hay otras técnicas más para expertos que consiste en poner Vicks en la espalda, cubrir con periódico y pasar la plancha caliente por encima. Pero esa curación "a la plancha" yo no me atrevo a hacerla. La recomendación más grande al alzar el resfrío, es que al siguiente día no se puede bañar ni salir a la calle.

Otras que son aún comunes son bañarse con eucalipto, hacer vahos con agua y vicks y tomar leche caliente con manzanilla, o jugo de naranja o Coca Cola hervida. Dicho sea de paso, no sé si ustedes sabían que la fórmula de esta bebida, la inventó un médico que la usó primeramente como jarabe para la tos. Así que los remedios de lo viejitos no estaban tan equivocados.

Yo creo que en asuntos de salud es bueno tener en cuenta los mejores cuidados. Ahora que estuve enfermita me convencí de que si uno no se cuida, la pasa mal. Yo me enfermé porque no le hice caso a un dolorcito de garganta que tenía, me bañé de noche y dormí con el cabello húmedo. Aprendí también que al tener afectada la garganta, lo importante que es taparse la boca, nariz y oídos para salir a la calle y si no es estrictamente necesario, es mejor no salir al aire. No importa si uno parece guerrillero Zapatista de tan envuelto que anda.

Aprendí que con una bronquitis debe valerle a uno un soberano rábano, si no se le ve bien el pelo o si uno huele algo a unto, lo importante es cuidarse para no recaer, porque la única persona que sufre las consecuencias es uno mismo. Ahora me quedé como pollito, no me pude dar un airecito frío porque ya me da el chillido del pecho y la tos. Todo por no cuidarme.

Les prometo una segunda parte de este post, para contarles más sobre los cuidados de los abuelitos, especialmente para las recién paridas...eso sí que es bien chistoso. Pero yo creo que dentro de todos esos cuidados que ahora nosotros vemos extremos, puede haber estado el secreto de la larga vida que muchos tuvieron.

Les deseo muy buena salud muchá y cuídense, especialmente si ya pasan de los 35, porque también los viejitos decían que esta edad es muy peligrosa, no me pregunten por qué, pero hasta hay médicos que están de acuerdo, aunque no tienen una explicación. Más vale un cuidado a tiempo, que pelar rata antes de tiempo.


Un abrazo de lejitos para todos y todas, porque los puedo contagiar. (Ya no será por el olor a unto, pues...)
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