ESAS FIESTAS DE FIN DE AÑO Y DEMAS HIERBAS
Yo creía que sólo en Guate andaban buscando fiesta para encontrar la manera de echarse el cuto, pero aquí en USA, la mara celebra todo lo que puede. Especialmente a finales de año se juntan las celebraciones de todas las religiones y costumbres y pareciera que cada día hay algún pretexto para hartarse y armar buruca.
Pero lo curioso es que la mayoría (aquí), cristianos o no, apoyan la Navidad y organizan parrandas para ir a comer, chupar y bailar. Lo que nosotros conocemos como convivios, aquí se llaman Christmas Parties. Y allá van todos a darle a la hartazón y al caitazo.
Yo creo que lo más importante es el compartir con aquellos con los cuales pasamos muchas horas al día y con quienes la mayoría del tiempo hablamos de trabajo. Es un momento ideal para convivir y conocerse mejor. La unión, al fin y al cabo, es lo que persiguen cualquiera de las celebraciones, así seamos hispanos chinos, coreanos, persas, hindúes, rusos, anglos o italianos.
Este fin de año, la fiesta de la oficina fue en un lugar muy lujoso de Long Island, NY. Lo malo es que es un tanto extraviado y cuesta dar hasta con mapa en mano, porque está situado entre bosques. Como siempre, el Negrito y yo, vamos juntitos a todas partes (como dijo León, familia que parrandea unida, permanece unida), y ésta vez no vacilamos en preparnos con la vestimenta debida para ir a echarle nosotros también al bailongo.
Las mujeres, claro, somos más exigentes para eso de la ropa. Como ya entramos en invierno decidí comprarme un traje negro muy elegantón, el cual completé con una preciosa blusa roja. !Ah puchis, chula me iba a ver yo!
Pero con la corredera de los últimos días, ya no tuve tiempo de probarme bien el traje con la blusa y los zapatos ideales. Bueno, yo lo imaginé en mi cabecita (cabezota, pues) y según yo, todo iba a estar bajo control con un buen peinado y maquillaje. Preparé unos mis aretes rojos de piedras bien lindos que guardo celosamente desde hace casi 20 años, pues me los hizo de manera muy especial mi amiga la escritora y poetisa, Grecia Aguilera Radford (creo que ella ni siquiera imagina que todavía los tengo).
Para no cansarles, se llegó la noche de la fiesta y cuando yo me puse el traje, no sé por qué pero no me gustó. Se miraba eso demasiado parejo, especialmente por la blusa que era de cuellito medio alto y el traje negro muy formal. Lo único lindo que yo miraba eran los aretes de Grecia. Bueno, todo estaba bonito al final, pero había algo que no encajaba. Me vi al espejo detenidamente y entre nervios y cólera, me agarró un ataque de risa, porque no había zapatos que fueran bien. Y con botines, aunque altos, me miraba como celadora de cárcel de mujeres.
Me agarró el berrinche y le pedí al Negrito (quien iba muy guapo y oloroso), que me pasara a una zapatería en camino a la fiesta. Allí compré unos zapatos de moda y luchando contra el frío, no me importó que fueran tipo sandalia. Pero así ya cambió todo dramáticamente. Y con abrigo rojo, más tuanix todavía.
Metimos al Mapquest la dirección del famoso lugar, pero al llegar al punto donde teníamos que empezar a buscar las calles para llegar bien !puchis!, entramos a unos lugares super oscuros y los dos, que ya no muy miraflores, andábamos más perdidos que chucho en autopista. Dimos un montón de vueltas y nada. Llamábamos a alguien de la oficina para que nos dijera por dónde agarrar y no nos oían por la música de la fiesta.
Entre tanta pescueciadera y movedera en el carro se me cayó el sujetador de un arete y no lo encontré. Por lo que entre mi desesperación y sentido recursivo, decidí sujetarlo con un pedazo de chicle, pero no me surtió efecto. En otra vuelta y búsqueda de los mapas, se me cayó un botón del saco.
Al final, nos dimos por vencidos porque nos extraviamos completamente, al exztremo que no sabíamos ni dónde fregados estábamos, ni cómo encontrar el camino de regreso a casa. Tanta arregladera para no ir a la fiesta. Me sentí tan frustrada y algo apanicada por la oscuridad de las calles, que me puse a llorar amargamente. El Negrito ya atormentado de verme llorar, dio un par de vueltas y cuál fue la sopresa que, como por arte de magia, llegamos a una calle iluminada donde había muchos negocios. Estacionó el carro y me dijo que saliéramos a preguntar.
Caminamos sobre el hielo hacia una especie de Pub, donde había música en vivo de jazz (y hasta pensamos quedarnos allí) a preguntar a unas dulces y amables señoras, la forma de regresar a casa. Yo, como buena periodista les tiré la triste historia de la fiesta a la que nunca llegamos, pero cuando les di el nombre del lugar, rapidito nos hicieron un croquis y nos alentaron a ir al menos al final de la fiesta. Estábamos bien cerca y nos sentimos tan contentos que fácilmente, después de una bajadita y una subidita, lo encontramos. Se miraba brillante en medio de los árboles.
Valía la pena, el Club es una preciosidad. Luego de pasar por el valet parking me di cuenta que había perdido otro botón del saco. Mejor me lo desabotoné por completo y entramos al lobby donde nos recibieron con gran protocolo. En un sillón en frente, tomándose una copa, un caballero me llamó como indicándome algo. Al acercarnos me dijo: - Su abrigo trae algo.
Con mucho respeto tomó mi brazo, lo levantó y con la risa de todos, nos dimos cuenta que entre las carreras !no le había quitado la etiqueta a mi abrigo nuevo! Necesitábamos un momento así, antes de llegar al salón de la fiesta. Las carcajadas nos ayudaron a desahogar el estrés de la perdida.
La fiesta estaba en su apogeo, ya todos estaban cenando y cuando nos vieron entrar, nos recibieron con un gran aplauso y chiflidos. Nos sentimos estrellas. Aún cuando ya sólo quedaban casi 2 horas de celebración, llegamos todavía a cenar, luego bailamos y la pasamos muy bien. Nadie se dio cuenta que yo iba sin un arete, ni que a mi saco le faltaban 2 botones. Y tal vez, si no hubiera dejado el abrigo en el lobby, nadie se hubiese fijado que traía aún el precio colgando. O que había sujetado el arete con chicle. Cosas que sólo a mí me pasan.
Me quedó de esta odisea, que siempre hay ángeles. Y así como antorchas chinas, o lámparas judías, o luces hindúes o la estrella de Oriente, Dios nos condujo hacia esas bellas personas que nos indicaron el camino y fueron nuestra salvación, entre la obscuridad de esas calles desconocidas. Y su entusiasmo nos animó a no perder la ilusión. Por supuesto, pasamos un lindo momento con mi Negrito, le dimos al reguetón, al disco y hasta a la música medio-oriental donde yo aproveché las clases de belly dancing. Terminamos la noche entre las luces de los arbolitos de Navidad de ese bello lugar, bailando de cachetío aquella del Elvis - Can't Help Falling In Love .
FELIZ AÑO NUEVO Y QUE EL AMOR DE DIOS SEA LA LUZ QUE ILUMINE SIEMPRE SUS VIDAS.
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Dedico este último post del año 2007, a la bellísima memoria de los grandes periodistas, poetas y escritores Don León Aguilera y Doña María del Mar Radford de Aguilera (también una gran mujer de radio), su recuerdo está plasmado para siempre en las "Urnas del Tiempo". Y a su distinguida familia, en especial a mi amiga Grecia, de quien guardo no sólo un par de aretes, sino mucho, mucho cariño.
Foto 1: Swan Club, Long Island, NY.
Foto 2 de Times Square, NY : http://flickr.com/photos/branille/340508696/